5/08/2008

La cola del super

Pues nada. Que uno está semi-solo en casa ya que mi madre se ha ido unos días, y yo todavía estoy de vacaciones. "Peazo juerga te vas a montar en casa", pensarán algunos. Craso error. Estoy solo en casa. De vacaciones. Sin casi ni un duro.
Y nada, que toca comer.... y tras varios días de comer auténticas porquerías de las latas que quedaban por casa, me decido ir al super a comprar alguno de esos platos fáciles de hacer, de esos de en 9 minutos. Entre toda la gran variedad de productos del supermercado, elijo los más indispensables para sobrevivir: unos cereales chocolateados (por el regalo que viene con la caja), unas cuantas bolsas de patatas chips (puesto que no hay que cocinarlas...), unos caramelos (tantos colorines me han conquistado...), unos cuantos flanes (estaban de oferta...), unas surtido de galletas varias(que solo cojo por las que tienen chocolate, para que engañarnos), un surtido de frutos secos (que solo lo cojo por los kikos, cacahuetes y pipas)
Pues eso, que tras elegir tan indispensables productos me dirijo a la caja. Una única cola, para varias cajas abiertas. Ves como la gente se va poniendo nerviosa cuando se acerca el momento de separarse de la cola y escoger una caja. Es la gran elección. Circula la leyenda urbana que siempre ponen una cajera infiltrada para que vaya expresamente lenta. Dicen que su función es poner nervioso al personal que tenga algo de prisa (que todavía no es mi caso). La gente mira las posibles elecciones.
En mi caso, siempre sucede que escojo la caja que va más lenta. No sé por qué, pero siempre que pienso "mira, ese tiene pocas cosas" y escojo ir por la caja de turno, los astros se alinean y todo va mal: un producto no lo reconoce el lector de codigos de barra, la sra. se ha ovlidado de pesar los tomates, el sr. va a buscar una cosita y ahora vuelve, la tarjeta visa no la lee, el boli no funciona, espera un momento que tengo algo de chatarra (que al final nunca encuentra)... TODO. Pasa de todo con tal de que yo no pueda irme a mi casa con mi gran compra. Y mientras tanto, por las otras cajas, veo como la gente me mira. Me señala. Se ríe de mí. Se compadece de mí. Y yo, cabizbajo, sin poder mirar al frente... Avergonzado por escoger la opción incorrecta...
Pero no, no soy gafe... o eso quiero creer...

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